miércoles, enero 16, 2008

EN EPOCAS DE TOROS

No soy aficionado a la tauromaquia pero respeto su tradición por el profundo significado que contiene el ritual del hombre enfrentando a la fuerza del animal. El torero no es ningún sediento de sangre que goza con la muerte de la bestia. El torero respeta a su oponente. Jamás verán a un torero mofarse de su víctima. Si no me lo creen, vayan a ver una corrida de toros y ubíquense cerca del ruedo, para que se convenzan.

Por esto y muchas cosas más no me cuadra en absoluto el movimiento antitaurino totalmente atravesado por un sentimentalismo irracional e incoherente más empeñado en destruir tradiciones que en combatir la supuesta "barbarie" que representan las corridas de toros. El acto de desafiar a la bestia requiere algo de lo cual carecen los rabiosos "antis": verdadero respeto a la naturaleza.

A la naturaleza no se la respeta reduciéndola al estado de víctima sometida para llorar por ella. Cada terremoto, huracán o enfermedad nos recuerda lo lejos que estamos de dominarla. La tauromaquia como pocas artes preservan todavía en nuestros tiempos posmodernos ese sentido existente en el duelo vida-muerte, que desesperadamente buscan ignorar los autoproclamados movimientos "humanitarios" intentando hacer prevalecer su sin-sentido de "humanizar" al animal-víctima como si con ello le salvaran de la "crueldad" u otros males. ¿Porqué entonces no salvan a los animales de su propia violencia?

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