martes, marzo 18, 2008

SEMANA DE RECOGIMIENTO?

Pendiente de las redes nace el desafecto de los demás, incluso el desafecto de sí, contemporáneo del desierto espacial generado por la velocidad, del desierto social generado por la comunicación y por la información, del desierto vital y corporal generado por sus innumerables prótesis. Pero es el cuerpo mismo el que se va transformando en una prótesis del satélite, del ordenador, de la cámara digital, del automóvil, del microhondas, del móvil...

Prohibido desligaros de la virtualidad interactiva, espectacular, comunicativa, informativa. He aquí nuestro lecho de muerte: prohibición de arrancar los cables y los tubos, aunque tengamos gana. Distanasia electrónica, metástasis infográfica, videológica. El escándalo estará en la desobediencia a la Red, a la conexión, a las tecnologías modernas. Las tecnologías modernas no alienan, sino que integran, o sea, absorben, devoran. Obligación moral absoluta de permanecer conectados, en línea, "online".

El denunciado fenómeno de la alienación resulta banal ante el nuevo peligro: el interfaz vídeo, el teléfono móvil, sustituyen toda presencia real, eliminan el riesgo y el compromiso de todo contacto personal, a favor de una comunicación-pantalla, de una tele-conversación. El Gran Hermano ha encontrado el medio más seguro de paralizar a los vigilados, no sabiéndolo todo sobre nosotros, sino dándonos los medios de saber todo sobre todo. La información y la comunicación sustituyen con ventajas a la represión y el control. Viviremos encadenados a la necesidad del móvil y de la pantalla.

Menos mal que donde hay poder hay resistencia. Urgen nuevas resistencias a la información forzada, a la hipercodificación de las relaciones a través de la información y la comunicación.

El abuso de la comunicación virtual, vicaria, produce una incomunicación personal profunda. Las camas separadas fueron un anticipo protestante. Los monitores separados, las televisiones individuales, los móviles propios, completan el proceso. Nada de tocarse, nada de olerse, mucha asepsia y mucho desodorante. Un pueblo donde el espíritu de sociedad es tan excesivo, tan extremado, se olvida de la vida casera y tiene amortiguados todos aquellos afectos de la naturaleza que se engendran en la vida privada, y se van criando en el sosiego del silencio. Estamos llegando a la locura de desterrar la fidelidad conyugal a los hogares de los labradores, los sacrificios de la amistad se reservan a la gente sencilla y de buen natural, y el entusiasmo del amor fecundo va siendo emoción rara y mal vista, al lado del "sexo frío".

El encuentro fácil mata el entusiasmo, pues el entusiasmo es esa fantasía fogosa que cría los objetos en lugar de verlos o buscarlos. Los sexos se ven y sienten tanto mejor, en el sentido superficial de la sensibilidad, cuanto menos se estiman. Todo se reduce a formalidades y pura exterioridad. Un corazón fementido se deshace en cumplimientos y expresiones. Al paso que aumenta la falsedad recíproca, será preciso cada vez afectar más y más. Así nos volvemos personas, ya no en el espejo, sino en la vídeo-esfera, consumidores de electrones.

Va a ser muy difícil que volvamos al tenor de las costumbres. La excelencia es superior a los placeres, especialmente por lo que mira a la felicidad humana, pero es difícil que esto sea reconocido en una icono-esfera dominada por la Internacional Publicitaria, provocadora de angustia, estrés, ansiedad perpetua, movimiento de carrusel hacia ninguna parte...

¡Cuán dulce sería la vida quieta y sosegada, que no afecta cosa alguna ni se ostenta como espectáculo de liviandad y locura!, digna es de preferirse la vida en que se goza de la amistad honesta y de los dones de la naturaleza, a esta vida inquieta y bulliciosa donde incesantemente se corre tras un afecto que no se halla nunca. Tal vez sería menos interactiva la sociedad, pero también sería más dulce la vida interior, más humana y sin tantos sinsabores.

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