Nos armamos
de valor
en medio
de la debilidad
y consumimos
las palabras
como aguas
cristalinas
empotradas
en los rincones
de la espera.
No se han
doblegado
nuestros cuerpos,
pero ya se advierte
la presencia;
no se ven
las palabras
pero ellas
doblan las
esquinas.
Solo basta
un gesto
para perdernos
eternos
en la nada
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