miércoles, noviembre 09, 2011

TAC de mi Manizales del Alma

Ay, Manizales del alma

Como tratándose de un pasaje bíblico, pareciera que las siete plagas hubieran caído sobre la ciudad de Manizales y sus habitantes.


Siete plagas caídas, por supuesto, por la negligencia de sus políticos y autoridades: más de dos semanas sin agua, sus congresistas representantes requeridos por la justicia y cuestionados a nivel nacional, la ola invernal destruyendo los tubos principales de sus dos acueductos, un alud llevándose de frente y a su paso más de 40 vidas, entre otras.
Juan Manuel Llano, alcalde de Manizales, decía el domingo en una entrevista que no podía saludar de “buenos días”. No hay duda. Los buenos días de Manizales, de esa entrada al Eje Cafetero que en su esplendor era la mejor del siglo XX, esa ciudad muy especial, única en Colombia con la biodiversidad a flor de su propia piel urbana que mencionamos en un editorial hace un mes, está hoy, repetimos, yéndose al despeñadero por los malos manejos.
El invierno, dicen sus autoridades. Como tratándose de un evento de fuerza mayor inevitable. Si bien un derrumbe lo es, las acciones de los políticos que dirigen esta ciudad han sido en todo negligentes. El agua que faltó por más de dos semanas fue una tragedia anunciada, conocida, que se advirtió no sólo desde el nivel nacional a través del Ministerio de Ambiente, sino a nivel local desde mayo de este año. Las medidas preventivas hubieran sido muy oportunas en su momento (restablecer, por ejemplo, el acueducto alternativo Niza, o hacer caso omiso de las declaraciones del gerente de Aguas de Manizales, Álvaro Andrés Franco, quien dijo que no había ningún riesgo) y evitar que los manizalitas se vieran a tientas para conseguir el líquido en carrotanques. Y la del derrumbe, peor. La evacuación necesaria, la debida diligencia, el atender el anuncio de que las lluvias presentaban más flujo del normal en época de invierno. Nada. El presidente Santos luce compungido, quiere buscar responsables. Quiere saber dónde estuvo la falla en el decreto de las alertas rojas en la zona.
Las autoridades locales alegan que en estos momentos no es necesario buscar las causas (tres teorías viables, presentadas ayer en este medio) ni los causantes, que por omisión propia son los responsables, sino atender a la crisis que se vive actualmente. Y tienen razón, probablemente. Ya que no pudo atenderse lo necesario, tendrán que hacerlo con lo urgente. Pero solucionado esto —que podría demorarse más por los efectos de la previsible ola invernal que desde el año pasado nos anunciaron, en donde las ayudas se ahogaron en la burocracia—, algunos nombres responsables deberán salir a la luz. Sólo así se puede depurar el sistema político que gobierna la ciudad desde hace mucho tiempo.
Y de eso se trata. Del tiempo pasado acumulado con persistencia, de un gobierno cuestionado tras otro, es que hoy la ciudad explotó en indignación, paranoia y tragedia. Manizales es un ejemplo completo y perfecto de las consecuencias de una mala política: tapada por mucho tiempo, resistiendo año tras año, desembocó en una tragedia irreversible que les cuesta a sus 400 mil habitantes la tranquilidad. Manizales ya no es lo mismo que antes, luce rezagada frente a Pereira o la misma Armenia, ya no parece esa Manizales del alma de antaño. Habrá que recobrar ese garbo. Habrá que limpiar la corrupción de sus políticos. La tragedia se atiende, se llevan kits de comida y de aseo, se atiende de manera lenta a las víctimas. Ojalá en dos meses, en la resaca de fin de año, no estemos todos celebrando en la Feria de Manizales como si no hubiera pasado nada, cuando la emergencia haya sido atendida. Ésta, como todas las tragedias ocurridas acá, tiene un problema de fondo que debe ser resuelto a manos de la justicia. La omisión por parte del Estado debe ser un asunto inolvidable, imperdonable.
Elespectador.com|

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