sábado, octubre 29, 2011

A propósito de la falta de agua....ya no tengo mugre sino roña

El idioma evoluciona y cada generación aporta nuevas palabras, las cuales en un principio aparecen en boca de unos pocos, pero con el paso del tiempo se generalizan en los diferentes estratos de la población. Un ejemplo claro en la actualidad es "parce", que viene de "parcero", vocablo utilizado inicialmente entre sicarios y jíbaros de las comunas de Medellín, pero que por alguna razón le gustó a la juventud y llegó a convertirse en una manera común de trato entre ellos. Ahora los muchachos, e incluso muchas niñas, no se dirigen al amigo con el apelativo de compa, llave, pana, socio, pinta o amistad, sino que utilizan la mencionada palabreja. Algunas de esas expresiones tienen su cuarto de hora y después desaparecen en el olvido, mientras otras hacen carrera y al cabo del tiempo encuentran cabida en el diccionario de la academia. 
Lo que produce tristeza es ver cómo muchas de las palabras, dichos y expresiones que utilizaban nuestros mayores son desconocidas para los jóvenes y niños actuales, quienes muchas veces ponen cara de extrañeza al oírnos pronunciarlas. Vocablos agradables, sonoros y expresivos que se pierden en la bruma del tiempo, son una herencia cultural que no debemos abandonar; basta con utilizarlos en casa, explicarlos a quienes los desconozcan, repetirlos e inculcarlos entre nuestra descendencia, porque de esa manera fue como los conocimos nosotros. En nuestras manos está evitar que muchas de esas expresiones mueran con nuestra generación. Van algunos ejemplos:
Tengo entendido que Mirús fue un personaje que asaltaba a los viajeros en los antiguos caminos de herradura, y quien debido a su audacia se convirtió en una leyenda de su época. Durante mucho tiempo, cuando alguien se enfrentaba con algo difícil de realizar, decía: ¡lo hará Mirús!; o al desconocer una respuesta: ¡sabrá Mirús! El diablo también era muy recurrido para este tipo de comparaciones, pero con el apelativo de "el patas": ¡sabrá el patas! En cambio ahora le cambiaron una letra a este último y "el putas" desplazó a todos los anteriores. Para referirnos a un lugar apartado decíamos queda en la porra, y si la distancia era mucha lo aumentábamos a la quinta porra. Al hablar de algo que causaba extrañeza o curiosidad decíamos que nos daba golpe; y al preguntar por el camino que había tomado alguien preferíamos decir ¿para dónde pegó? Nuestros mayores, para referirse a una joven que no fuera bonita pero que se destacara por su distinción, inteligencia y carisma, decían que era una muchacha muy célebre. 
No me tocó la época en que usaban las palabras flux o encapillado para referirse al vestido elegante, y en cambio acostumbrábamos decirle a quien estaba muy cachaco que se había puesto el baúl y la tapa. Cuando un mocoso tenía mal semblante por enfermedad, nuestras madres decían que estaba traspillao; si tenían una preocupación la llamaban entripao o capilla; no sentían nervios sino pensión; y si uno hablaba mal de alguien o se burlaba de algo, ellas simplemente rogaban: muchachitos, ¡tengan caridad! Observar o mirar era atisbar y a los púberes les decían pollos y pollas; ñurido a lo insignificante, pelle a lo muy gastado o de mal gusto, atembao o temba al muy pendejo, cargazón a la mercancía ordinaria y cagalástimas a quien se quejaba mucho. 
Los gamines de ahora se llamaban chinches; los indigentes, que también nombran despectivamente desechables, eran limosneros; al celador le decíamos guachimán; a los policías polochos, la patrulla en la que hacían redadas la bola y los detenidos iban a parar al permanente o permanencia. Algo muy fácil era mamey o pilao; lo que producía cualquier negocio en un día se llamaba realíz; la cuelga era el regalo de cumpleaños; las señoras se patoniaban cuando caminaban mucho; se ponían güetes de la felicidad; no les daba rabia sino soberbia; y a un tipo bien plantado le decían pispo. Lo que ahora llaman un viejo gagá era un chuchumeco y los amigos se reunían a raniar en sus tertulias. 
Al muchachito que estaba flaco y enclenque le decían langaruto o entelerido, y lo ponían a dieta de engorde a ver si embarnecía. Al introvertido lo llamaban cusumbosolo, a hurgarse la nariz colmeniar, a las pataletas berrinche, al muy mimado tata, a la guachafita patanería, enguanda era algo complicado y de mucho trabajo, a estar muy atareadas le decían julepe, a los calores de la menopausia resisterio, a los órganos sexuales "las partes", y otra forma de referirse a ellos era decir por ejemplo: a fulanita la operaron de "por allá". Cuando alguien quedaba muy bien retratado en una pintura decían: ¡está que habla!; y cuando la mamá requería que uno le pasara alguna cosa y se le olvidaba el nombre del objeto, después de tratar de acordarse y en medio del ofusque, pedía el cocianfirulo o el chuflí.Al período menstrual...estoy enferma o tengo la regla,ir a comer a otra parte para no hacer, se le llamaba..poner la teja; al que estrenaba se le decía pague la chucha;a los zapatos o alpargata, le decían quimbas, a los frijoles cháncharos; a la chocolatera la olleta;a la vasinilla la mica;a las personas bajas de estatura saporritas;a loschismosos sapos; a los maricas marifafás o dañados;a los crespos churruscos; a los lacios pelilambidos;a las sobras cunchos;a los de chanclas patirrajados;a las prostitutas, mujeres del barrio o de la vida alegre; mocobiche a los de moco de color;mota al copete; cumbamba al mentón;a los preadolescentes cuando cambiaban de voz, pollarronca;a los pobres, pelagatos;a lo que nos dejaban en el plato, el sobradito;lenguilargo a los chismosos; langaruto al flaco; culisecos a los viejos; a los de bigote grande, boso e brocha;a los de ojos grandes, ojos de espantar la virgen; a los de dientes grandes, dientes de morder a Cristo;bocones a los que exageraban hablando de los demás.
Recuerdo que mi mamá, siempre que iba a salir, se miraba en el espejo para retocarse el maquillaje, observar el estado de su vestimenta y mientras se daba la vuelta, le preguntaba a alguno de los hijos que estuviera a mano: mijo, ¿se me ve la combinación? Y como en aquella época al dinero necesario para emprender cualquier aventura comercial se le llamaba principal, ella decía con malicia: El matrimonio es un negocio donde el marido pone "el principal". 
A los manizaleños les decían "paramunos" (había neblina en la ciudad dos o tres veces por día), a los más pobres o más gamines "de la segunda carrilera", al patio de la casa "el barranco", a los que pedían comida puerta a puerta "chuteros" y a lo que les daban a ellos para comer "chute"; al mal vestido "desgualetado", a los castigos con correa o zurriago "pela" y al Once Caldas "qué pela", a los calzoncillos o calzones "interiores"; al que se metía en conversaciones ajenas "sopero-a", a los aguaceros "borrascas", a las adolescentes, tímidas y sin experiencia en el sexo se les decía hágase la boba ¡uy!"
A los viejos les decían "cuchos"(o cuchas), a los policías "tombos", a los sapos "lambones"; a los monseñores les decían "la bendición padre" y a los curas "cacorros", a las niñas "vaya a tentar las gallinas", a los muchachos "hágame un mandadito", a los buenos estudiantes e inteligentes "porras" o "biblias", a las empleadas de casa "sirvientas", al café de la mañana "tragos", pero al que venía del café "traguiao"; a los bien parecidos "estampas", a los atrevidos "párele el macho"; a las novias les decían "cuándo me lo va a dar" (otra vez), a las niña que trabaja en la panadería "qué pansote tiene", a la que se bañaba en el charco "qué sapo se manda"; al profesor le decían "maestro hp" (con discreción); y quienes jodían mucho "vaya a que le den".

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