Un sentimiento de culpa lleva a los padres a hacer concesiones más allá de lo necesario en la educación de sus hijos. Pequeñas batallas perdidas que tiempo después nos impiden tener una relación equilibrada y saludable con ellos. Según la psicóloga Alicia Banderas, los padres se ponen trabas (como la culpa) para no ejercer la autoridad ante la dificultad de conciliar trabajo y familia.
“No los ven todo el día y cuando llegan a casa, poner límites cuesta mucho y los evitan, queriendo así compensar esa ausencia”, dice. Primero, debemos marcar una diferencia clara entre un niño tirano y uno desobediente. El primero muestra insensibilidad ante el dolor ajeno, es incapaz de percibir el daño que causa a los demás, no tiene remordimientos de conciencia (la culpa es siempre de los demás), es impulsivo y egocéntrico y suele tener actitudes vengativas.
Por otro parte, el niño desobediente se puede saltar las normas, dar un portazo o tener rabietas, pero es consciente del mal que ha causado. De la misma manera, tratándose de adolescentes no hay que confundir rebeldía con tiranía, que conlleva no sólo trasgresión de normas sino crueldad y poco miedo al castigo.
“En la tiranía hay una predisposición genética, pero eso no determina que el niño sea tirano. Cada uno nace con un temperamento, pero la labor educativa de los padres evita que ese comportamiento estalle”, asegura la psicóloga para agregar que la permisividad y la vulnerabilidad es la actitud que aprovechan los hijos para convertirse en tiranos de los padres.
“Cuando estás cansado de intentar poner un límite, de llevar el peso de la educación, se produce un desgaste que te hace vulnerable. Y este aspecto es el alimento perfecto para que el hijo siga y se convierta en el rey de la casa”, asegura.
Escasa responsabilidad
Niños y adolescentes presentan, cada vez más a menudo, falta de responsabilidad, escaso autocontrol, egoísmo exacerbado, poca tolerancia a la frustración, agresividad y una tendencia excesiva a la manipulación. Encontrar la llave al problema que desemboca en esa actitud es la clave para atajarlo y empezar a aplicar técnicas efectivas.
Pequeños, pero no tontos, saben cómo lograr sus objetivos y su ‘mala’ evolución les lleva a convertirse en “Pequeños tiranos”.
Todo es cuestión de educación y para ello hay que dedicar tiempo a esa tarea; establecer hábitos y rutinas es fundamental para crear una pauta de conducta.
“La responsabilidad es una cualidad positiva que no es innata, se aprende poco a poco”, afirma Banderas para explicar que en muchos casos a los niños y jóvenes se les piden que hagan varias cosas al mismo tiempo y, a veces, sin una preparación previa.
Los padres confunden autoritarismo con ejercer su autoridad. El autoritarismo es lo más parecido a una dictadura, asegura Banderas, ‘esto es así porque yo lo digo y se acabó’. Y esa actitud se equivoca con la de autoridad, que es la manera de ser reconocido desde el respeto. “Si quieres tener la autoridad como madre no hay que irse a una dictadura. Se puede conjugar la firmeza con el cariño”, afirma.
La psicóloga también advierte que querer ser ‘colega’ de los hijos es una actitud imprudente ya que “no tienes los mismos intereses que ellos”. Si no se les ‘entrena’ para asumir responsabilidades, no asumen sus decisiones como propias y aunque las tomen, si no sale como esperan, consideran que su efecto es culpa de otros.
“Toman decisiones como ejercicio de capricho, que luego no asumen como si fueran su responsabilidad. Ansían cosas en beneficio propio y deciden de forma inconsciente, sin meditar”.
Lo ideal es que los niños aprendan a asumir responsabilidades casi como un juego, de tal manera que parezca que no suponen un esfuerzo, “eso le proporcionará autoestima y autonomía”, afirma la experta.
Con claridad
La pregunta es, ¿cuándo es demasiado tarde para darse cuenta de que la relación con nuestros hijos se nos ha ido de las manos? “Siempre estamos a tiempo de cambiarla, pero es más fácil empezar manejando las primeras rabietas de los niños y evitar justificaciones diciendo: ‘es pequeño’. A partir de los seis años se ve que apuntan maneras. Pero si la comunicación ha llegado a un punto en el que está desestructurada, aunque sea difícil reconducirla, con tesón se logra”, asegura Banderas.
Debemos transmitir de forma clara lo que queremos. Si se trata de que vaya asumiendo tareas en el hogar, lo que nos puede parecer un mensaje simple como: “recoge tu habitación”, puede resultar ambiguo, sin mencionar que nuestra percepción del orden no corresponde con la suya. Hay que estar con él e indicarle qué queremos.
Un exceso de atención provoca situaciones de chantaje incluso de los más pequeños; lo quieren tener todo y lo quieren ya. En un momento de rabieta, si “lo coges en brazos refuerzas su actitud para conseguir las cosas de ese modo. Al crecer pide cosas y vamos cediendo. Un hijo caprichoso es producto de un padre irresponsable y comodón”, dice la psicóloga.
Existe una desproporción entre el esfuerzo de los hijos y la recompensa que dan los padres. “Se quejan de que no estudia ni pone la mesa, pero no le falta la recarga del móvil ni nada de lo que quiere, independientemente del esfuerzo que haga. Eso le convierte en un tirano”, comenta Banderas.
Se quejan de falta de atención de los padres. “Un hijo tiene que saber que es querido y sentirlo”. En la conversación debe existir contacto visual, el niño tiene que ver que realmente es escuchado, no basta con oírlo mientras se teclea en el ordenador.
“Por ejemplo, cuando se plantea el tema de las drogas o el sexo los padres se apresuran a juzgar y a dar consejos antes que escuchar, convirtiendo una conversación en un interrogatorio policial. A pesar de que ahora hay mayor comunicación, no se la ejercita de la mejor manera”, indica Banderas.
El hecho de que la edad para asumir la paternidad se haya elevado no implica que hayan aumentado este tipo de conflictos familiares. Los problemas radican en las trabas emocionales como la culpabilidad o la sobreprotección. “Queremos hacer todo por ellos y estudiar pasa a ser su única responsabilidad. ‘Ya saldrán al mundo real. Mientras vivan en casa, que vivan como reyes’, dicen algunos padres. El cansancio también influye, la educación se resiente, todo acaba en ‘haz lo que quieras”, concluye.
"LO DIJO:"
“En un momento de rabieta, si lo coges en brazos refuerzas su actitud para conseguir las cosas de ese modo. Según crece y pide cosas, vamos cediendo. Un hijo caprichoso es producto de un padre irresponsable y comodón”.
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